lunes, noviembre 03, 2008

dos cosas

Aquel planeta se había construido a base de pequeños asteroides que un día se encontraron en medio de la nada. Cosas del azar, fueron a parar al mismo lugar y uno detrás de otro fueron formando aquel espacio desértico, sin vida y lejano a cualquier acontecimiento que pudiera suceder a millones y millones de kilómetros. Años pasaron y ese pequeño mundo creado a partir de la conjunción de perdidos elementos en el espacio, fue tomando forma. Un volcán invertido paseaba sin rumbo sintiéndose el ombligo del universo. Aquí, allá. Expectante. Atento. Curioso. Con movimientos lentos. Y esperaba. Esperaba a que alguien apareciera algún día. Alguién habitara ese diminuto espacio de piedras grises que temblaba pensando quién le acompañaría en el pasar de los días.
Una noria giraba. Las norias giran para que alguien sonría. En esa noria nunca se había subido nadie. Pero giraba una y otra vez. Era la noria de tRoy. La había construido hacía dos años utilizando filamentos de seda salvaje. Infinidad de larvas con pequeñas antenas habitaban el planeta de tRoy, la única compañía desde que en un momento de su vida, había aparecido ahí. La vida en el planeta de tRoy era como era. Todos los días descubría rincones construidos por las larvas, y que a la mañana siguiente desaparecían. Un día algo le llamó la atención. Una parte de la noria tenía un color diferente. Comenzó a girar y girar velozmente, tanto, que el movimiento era casi imperceptible a los ojos de tRoy. El sonido que generaba era ensordecedor. Quiso taparse las orejas, pero no pudo. Habían desaparecido. Lo mismo que sus manos. Ya no se escuchaba nada. Ya no veía nada.
Lo primero que hizo tRoy al despertar fue mirarse las manos. No reconocía el lugar en el que se encontraba. Todo a su alrededor eran piedras grises. Se levantó, y comenzó a construir una noria. Las larvas sonrieron.
kike