miércoles, junio 22, 2005

si nos tenemos q batir, nos batimos

Hace tiempo que decidí decir NO a la televisión. Quiero decir, eso de ver la tele por el simple y mero echo de hacerlo. Están prohibidos cualquier tipo de programas " de entretenimiento" tan de hoy que intentan meternos con embudo. Sólo tengo permitidos noticieros, peliculonas en toda regla sin anuncios y alguna que otra cosa curiosa, que aunque pocas, las hay.
Antaño, gustaba de sacrificar mis siestas domingueras por ver CQC. Sí, me encantaba, me moría de risa con todo el equipo del Wyoming. Pero eso pasó, y ahora no hay nada que me pueda quitar el sueño. LA TELE ES UNA PUTA MIERDA ( y siento con esto herir la posible sensibilidad de algunos cuantos...). Pero bueno, cada cual con lo suyo, y si alguno me demuestra el lado lúdico y humanista de ésta, olé sus bemoles.
La cuestión que nos ocupa hoy, es otro articulillo del tio Arturo. Es del pasado fin de semana, así que los que lo hayais leido sabreis perfectamente de que va. Los que no, como siempre, disfrutad. Por favor, imaginaos la situación que describe al final....


Canutazos impertinentes

Nunca me gustó hacer el payaso, ni que los payasos ganen su jornal a mi costa. Quizá por eso me irrita cierta clase de periodismo basura que se hace en televisión, a base de reporteros provocadores que se plantan en actos oficiales o en situaciones más o menos serias y, bajo pretexto de una divertida y sana informalidad, impertinencia tras impertinencia, procuran dar un tono grotesco a la información. Eso, que en el mundo rosa tiene un pasar –quien vive de dar espectáculo, con su pan se lo coma–, se extiende también, sin escrúpulos, a asuntos más serios como la cultura, o la política. Rara es la tele que no dispone de un programa donde sus reporteros ponen la alcachofa, no para solicitar información, sino para el intercambio de supuestas ingeniosidades o tonterías a palo seco, siendo el objetivo real ridiculizar al entrevistado. Siempre que me toca estar en público eludo prestarme a ese tipo de canutazos, que rara vez favorecen a nadie, y sólo sirven para que el reportero se apunte haber logrado una chorrada más y que la gente pueda reírse a gusto. Ni siquiera en la etapa pionera de esa clase de programas, cuando Wyoming y su brillante equipo realizaban Caiga quien caiga con humor y extrema inteligencia, fulanos simpáticos como Pablo Carbonell o Sergio Pazos consiguieron arrancarme más que un saludo cortés. A veces, ni eso.

Comparados con algunos de sus epígonos en los tiempos que corren, aquellos caraduras eran exquisitos. Algunos hasta se cortaban un poco ante la gente respetable. Ahora, quienes practican el género entran a saco sin el menor escrúpulo; y lo que es peor, sin hacer distinciones entre lo respetable y lo otro. Por supuesto, la culpa no es suya –a fin de cuentas hacen un trabajo con el que se ganan la vida–, sino de las cadenas que se lucran con esa clase de esperpentos, del público bajuno que los disfruta, y sobre todo de quienes se prestan indignamente, con tal de aparecer treinta segundos en la tele, a las más peregrinas idioteces. A uno se le cae el alma a los pies cuando ve a gente en principio respetable, políticos de fuste o personalidades de las ciencias, las artes o las letras, dar cuartel en ese tipo de emboscadas groseras, deteniéndose en mitad de un acto oficial a responder, con una sonrisilla forzada y buscando desesperadamente una palabra o frase ingeniosa, a las incongruencias que plantea un entrevistador irreverente que mira a la cámara de soslayo mientras guiña un ojo al teleespectador, como diciendo: a ver por dónde nos sale ahora este gilipollas.

Sobre todo tratándose de políticos, la cosa no tiene remedio. Ahí son todos iguales, sin distinción de sexo o ideología: ven una cámara y se les hace el culito gaseosa. Hasta los más brillantes se prestan al juego al verse interpelados micrófono en mano. Asistí a una demostración práctica el otro día, durante un acto de la Real Academia Española. Nos disponíamos a inaugurar una placa conmemorativa en la casa donde murió Cervantes. Se trataba de un acto solemne, con los académicos allí congregados, y el alcalde de Madrid, Ruiz-Gallardón, había anunciado su asistencia. En ésas, un reportero televisivo, que llevaba un rato haciendo el gamba por los alrededores, pegó bajo la placa cervantina una foto de la presidente de la comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, con quien el alcalde de la ciudad tiene, como sabemos, ciertas diferencias. Yo estaba entre los académicos con traje oscuro, corbata y toda la parafernalia; y como nadie intervenía, me acerqué al reportero, le pasé amistosamente un brazo por los hombros para apartarlo de la cámara, tapé con una mano la alcachofa, y le dije al oído: «Éste es un acto muy serio de la Real Academia, no del alcalde. Así que, como lo envilezcas, te pego una hostia. Personalmente». Algo desconcertado, mirando la insignia académica que yo llevaba en la solapa, el reportero inquirió, perspicaz, si lo estaba amenazando. Respondí: «Evidentemente», y volví junto a mis compañeros. Llegó entonces el alcalde, el reportero le metió el micrófono en la boca, el alcalde pareció encantado con que hubiera periodistas divertidos y cachonduelos que aliviasen la formalidad de aquel acto cultural, y yo, discretamente, me fui a tomar una caña. Al rato, desde el bar, vi pasar el cortejo con mis compañeros camino de la segunda parte del acto, hacia la iglesia de las Trinitarias. Delante iban la cámara, grabando, y el alcalde de charla con el reportero como si fueran compadres de toda la vida. Y qué quieren que les diga. Pedí otra caña.

Arturo Pérez Reverte.

Mil abrazos desde aquí arriba

jueves, junio 16, 2005

Nemo

Hoy toca hacerles un poco de publicidad por la patilla a los ninots. Y la verdad es q no hace mucho tiempo construyeron en la capital de la tierra de las naranjas y la leche merengada (la paella sería algo demasiado obvio, como los adoquines del Pilar) un tinglado que no está nada mal, aunque sea arquitectónicamente hablando (pero esto como todas las cosas, a gustos). Se trata de la Ciudad de las Artes y las Ciencias.
El complejo esta formado por El museo de la Ciencia (impresionante edificio diseñado por Santiago Calatrava), L´oceanografic y l´Hemisferic. La verdad es que nunca he visitado in situ el propio museo, aunque si he estado dentro del edificio (la premisa de mi tío que conoce el museo de la Ciencia de Barna y sus avisos de las patatillas que iba a ver- me decía que lo más espectacular de todo el museo era ver como nacían polluelos- me hicieron desistir de tal lance). En cuanto al Hemisferic, tres cuartos de lo mismo, nada más decirme que lo más espectacular era ver como el edificio en si, se movía cual ojo que se abre y se cierra, hicieron que mis ganas de entrar ahí se desvanecieran( bye, bye). Así que lo único que realmente he podido contemplar es l´Oceanografic, o el Oceanográfico, o como carajo le queráis llamar.



Ya lo he visitado un par de veces, y bueno, hay cosas que merecen realmente la pena, y otras que seguro no tanto. Tiene uno de los delfinarios más grandes de Europa. Pero aun así, me parece una barbaridad lo que hacen ahí con esos animales. No tienen espacio para nadar a sus anchas y que les hagan parecer monos de feria por la conquista de una sardinilla me parece atroz…pero bueno, la gente aplaudía y esas cosas cuando estos animales daban una voltereta o hacían sonidos guturales, que lástima (pensar que mi cabeza estuviera tan alienada que cada vez q tuviese hambre tuviese que dar un par de giros mortales acompañados de un tirabuzón, pues que queréis que os diga, me acojona un montón.
La ruta a seguir es la siguiente. Empiezas en el delfinario y de ahí vas paseando por diferentes ecosistemas, viendo las diferentes faunas marinas de los mismos. De esta manera, visitas tanto el Océano Antártico como el Antártico, el Atlántico, los mares tropicales y templados, el mar Mediterráneo, y las aguas Continentales. Y mentiría si dijese que no está currado de narices.



Y a partir de aquí las sensaciones de cada cual. Yo siempre he anhelado saber bucear. Es más, tengo unas ganas locas de aprender. El efecto de andar por un semi-tubo por debajo del mar es increíble, y si va acompañado de una paz y silencio producidos por la ausencia de gente, más que más. Ese pasillo en cuestión tenia unos 70 metros, y tocaba caminar sintiéndote rodeado de toda clase de pecedillos y otros no tan pezqueñines ( jo había unos tiburones super grandes, medían por lo menos 17 metros de eslora).



Tiene algo el mar ( q no la playa) q transmite una serenidad y una calma q te hace olvidar todo lo q te rodea y te sumerjas (Nunca mejor dicho) en aquello que te hace ser realmente feliz…
A parte de esto, me perdí a Nemo, supongo q alguien lo espantaría justo antes de llegar yo, q pena más grande, pero por el contrario sí que vi a Doris XD.




Y para ya no cansar más al personal, únicamente nombrar a los pingüinos, q son graciosos a mas no poder, y es así, son pingüinos y nada más ( y eso q había dos haciendo cosas de mayores, q descarados, ahí delante de todo el personal).




Sólo agradecer infinitamente la compañía y los rayos de sol…

Besos y carinyets para todo aquel que en un radio de unos 500 kilometros los sepa apreciar